lunes, 18 de febrero de 2013




Carta para ti. Aunque tú no lo sepas. XIV


Es posible que huela a verano sin haberte conocido todavía. Que cada palabra mía, se te acerque un poco más en cada carta, antes de precipitarse al vacío en los  aeropuertos que no hemos visitado juntos. Es posible que pueda calcular la hora exacta de partida de cada viaje que nos perdimos por no conocernos. Yo desperté cinco noches en Londres, y sin embargo no conozco la calle que acumula tus recuerdos.
Podría detallar un diario de vuelo a partir de ahora. Imaginando que somos el mismo pasajero y que nos emocionamos con cada nube que se ve desde el avión. Siempre escogeremos ventanilla. Y como a mi no me gustan los aterrizajes, te dejo ser la mitad valiente. La que se deja el miedo con las maletas facturadas y disfruta de cada segundo en el cielo.

Pd: A donde quieres volar primero?

domingo, 10 de febrero de 2013

Tiovivo rojo aunque no tenga nada que ver.








Dicen que mañana veré nevar. Será cierto, pero me preguntaba si tú también estarás pegado a tu ventana, y si miraremos al mismo tiempo los copos cayendo desde el cielo. Aunque no son como los pintaba de pequeña, copos redondos perfectamente terminados. Es más parecido a la lluvia. Una lluvia diferente, que no hace ruido. Que llega sigilosa, y que no se sabe cuanto tiempo se quedará. Igual que tú cuando te cuelas en mis noches. Que al final siempre te marchas dejando frío, y nunca se si eres sueño que viene para quedarse. Me gustaría ser yo tu sueño alguna vez. Aunque nunca me lo dijeras. Como tampoco me dirás como es la nieve ahí, en tu ventana. 


Aunque el rojo no sea mi color, y mañana suspendan algún vuelo.


martes, 5 de febrero de 2013

Aviones.




Tengo la manía de pensar, que en todos los aviones que me encuentro cuando miro al cielo, estás tú. Volviendo a casa y mirando por la ventana como un niño pequeño ¿Vaya tontería no? Porque se perfectamente, que las estelas blancas que van dejando, al pasearse sigilosos por la alturas, son paralelas a mis pasos. Ya sabes, nunca llegaremos a encontrarnos. Así, que aun considerando cercana la remota posibilidad de que viajes en alguno de ellos, no estarán nuestros cuerpos todo lo cerca que deberían. Y a pesar de que estás a punto de aterrizar, para mi sigues respirando tan lejos como el día que no nos conocimos. Y le pido, y le insisto a los aviones que te dejen erróneamente en el portal de mi casa. Pero no me escuchan, porque vuelan demasiado alto. Igual que tú.