martes, 12 de julio de 2011

Con el corazón descorazonado.




Hoy entiendo un poco más el empeño de mi cabeza por generar en mí tantos motivos de desalojo. Tengo demasiadas razones para dejar de creer en todo, y por lo tanto no me sorprende mi comportamiento compulsivo por hacer ver al mundo entero que todo va como la seda. Estoy demasiado pendiente de alejar de mis pies las cosquillas y eso me lleva hacia la constante tentación de permanecer quieta para siempre. Y quedarme en silencio. Encerrarme en un sitio opaco dónde nada ni nadie pueda llegar. Donde sólo yo pueda escuchar mi respiración. Donde mis bostezos sean lo más parecido al murmullo del aire al rozarme las orejas. Donde no entren ni las dudas ni las contradicciones. Donde las ganas de necesitar algún abrazo cada mañana se marchen con la misma rapidez con la que te marchaste tú. TÚ, de quien ni siquiera se cosas tan importantes como si te gustan los abrazos para desayunar.
Sigo escalando y a pesar de las dudas me propongo con cada cambio de marea llegar a la cima. A veces llego tan alto que la falta de aire me hace caer y entonces es cuando pienso si tiene sentido volver a intentarlo.

Hoy quiero encontrar ese hueco. Mañana me gustaría poder decir en voz alta que lo cerré desde fuera y pegada a tus abrazos, porque ¿quién sabe?, puede que me despierte un día con el corazón en su sitio.




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