viernes, 26 de abril de 2013

Nunca en Marte. Siempre al Norte.

La vida va cambiando su piel, y yo muero por verle dormir en la mía. Se que prometí no volver a escribir posdatas, pero tenía los dedos enredados en el pelo. Además era lunes. Y los lunes no cuentan.
Sueño muchas veces que viajo a su espalda en el metro de Madrid. Siempre es Abril. Y nunca se da la vuelta.
Me debilita la forma que tiene de colocar los pies bajo el asiento, al igual que ver su perfil de niño bueno reflejado en el cristal. Él observa en silencio los detalles en cada estación, mientras yo lo escucho respirar sin que me intuya (tan cerca).
En ninguno de estos viajes bajamos del vagón. Tampoco miramos los relojes. Y no tengo la sensación de que lleguemos tarde. Ni él ni yo.
Pero cuando me despierto, es Galicia, en un mes distinto a Abril. Y ya consciente le echo de menos. Y quiero volver a su espalda en el metro de Madrid.

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